El momento del nacimiento de un bebé en la sociedad de la Sanabria de la primera mitad del s. XX es cuanto menos, escalofriante, pero real, como la vida misma. Con transcripciones de testimonios de vecinos de la localidad de Terroso, sabemos gracias a los estudios de antropólogos como Rodriguez Iglesias, como era la vida en la Sanabria a principios del s. XX.


Cuando llegaba el momento del parto, algunas de las vecinas ayudaban a que naciese el niño. No había parteras, sino vecinas con experiencia. La mujer lo hacía en la cama o la hacían sentarse en el escaño para que el niño/a saliese mejor .

“Las que atendían a los partos eran las mujeres todas en general, la tí Prudencia, la tí Isidora, la Tí Encarnación, por ejemplo, de las conocidas. Se le ponía un escapulario de la Virgen en el momento del parto… ponían también una vela, también colgaban unas reliquias del cuello, si es que venía un mal parto… Se colocaba la cruz de Caravaca…”

(Terroso. Santiago)

“En el momento del parto se ponían reliquias en el cuello, también pedían el cordón del alba del cura para ponérselo en la cintura, se colgaba la bolsa de los evangelios, se ponía la cruz de Caravaca de cobre. Se ofrecían velas a la Virgen para tener el niño, para que saliese bien o para dar gracias…antes se gastaban muchos cirios.”

(Terroso. Ti Encarnación)

Si nacía felizmente, las parteras limpiaban al recién nacido.

“El cordón umbilical se cortaba a dos dedos del cuerpo y se ataba con un trozo de lino blanco, fino y limpio. No se lavaba al crío, sino que sólo se le limpiaba bien con trapos hasta que era bautizado. No se le lavaba con agua antes del bautismo porque el cura decía que se le quitaban los rezos al niño. A los tres días de nacer se bautizaba. También se preparaba el agua de socorro por si moría el niño.”

(Terroso. Ti Encarnación)

La costumbre de no lavar al recién nacido antes del bautismo parecía responder a una prevención contra otros ritos que pudieran hacerle antes de bautizarlo, “no fuera que se le quitaran los rezos al niño”.

Una vez limpio, rodeaban al niño con unas telas de lino; si hacía falta, se le ataba un pañuelo en la cabeza desde la barbilla a la parte alta de la frente para disminuir el posible apepinamiento producido en el parto. En general, procuraban proteger al niño para que al rodearlo con telas, a modo de momia, su cuerpo se fuera haciendo fuerte poco a poco.

“Antes, siendo yo niña, se le ponía una faja al niño desde el pecho hasta los pies, bien enrollada, que rodeaba todo el cuerpo del niño, con pies y brazos. Esto durante todo el primer mes. Era para que las piernas y los brazos no se doblaran. Los niños se quedaban como mazos, tiesos.”

(Terroso. Ti Encarnación)

Algunas madres sanabresas tenían un modo muy particular para aliviar las escoceduras que el recién nacido se hacía por el descontrol de sus esfínteres.

“No había polvos de talco antiguamente, así que después de limpiar al niño sucio, la gente cogía un tronco viejo y sacaba de él al sacudirlo un polvillo muy fino, el carunxo, fino como la harina, echándolo sobre un trapo, y luego lo iba guardando en un bote.”

(Terroso. Ti Encarnación)

Pocos remedios tenían las parteras para aliviar los dolores y el desfallecimiento de la madre producidos en el parto y después del parto. El remedio era parecido al de otros momentos de enfermedad: un caldo de gallina, chocolate desleido en agua y miel.

“Se mataba una gallina para la recién parida. Se le daba un caldo de gallina, chocolate, buen vino con miel y azúcar…”

(Terroso. Santiago)

Después del parto la mujer pasaba unos días de cuarentena en su casa hasta que iba a la iglesia. Antes de ese acto no podía hacer otras cosas.

Generalmente las madres no asistían al bautizo de sus hijos por mantener precísamente esta cuarentena.
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